Palabras compartidas

Comparto varias cosas con el Dr. Negri: la vocación docente (con muchos años transitados juntos en la querida Facultad de Derecho de Lomas de Zamora); el haber ejercido ambos la profesión de abogado y estar hoy “en la Justicia” (como si desempeñarse del otro lado del mostrador no lo fuera); el respeto y reconocimiento a la Justicia de Paz como primera trinchera (valga la paradoja) en la búsqueda de la armonía social y el dar a cada uno lo suyo; la visión humanista del derecho; el mismo lugar –Banfield- de origen y por ende, pertenencia (aun cuando el destino me ha llevado a encontrar hoy también mi lugar en el mundo y de afectos en Junín) y la más inmodificable de las condiciones, ser hincha del mismo club de fútbol, que trascendió lo local: el Taladro.

Lamento, sin embargo, no poder decir que tengo en común con él su condición de cuentista y poeta.

Bastaría simplemente para dar cuenta de su habilidad literaria con citar su libro “Extrañas historias. Relatos en 100 palabras”. Como su título lo indica incluye relatos (verdaderos cuentos) escritos, como igualmente su prólogo, en 100 exactas palabras. Lejos de ser una limitación, demuestran que ellas son suficientes, si se tiene claro qué transmitir, para narrar en forma completa una historia y tener una resolución o remate que logra su cometido de hacer sonreír o enternecer, pero llamando siempre a la reflexión.

Su prosa, de sutil ironía, no recurre a golpes bajos ni está teñida de sensiblería. Siempre, con gran imaginación, logra conmover, recorriendo temas como el ambiente, los cambios sociales, la modernidad, la libertad, las desigualdades, los animales, la memoria, la vejez, el reemplazo, las partidas, el autoengaño, el arrepentimiento, el tiempo, la dirigencia, la nostalgia, entre otros.

Difícil es elegir entre ellos ya que depende, obviamente, de gustos personales. En mi opinión resultan muy logrados, imperdibles: “Abandono”, “Animales”, “Árboles”, “Edad”, “El tuerto”, “Monumentos”, “Periódico optimista” y “Un lugar histórico”. Insisto, sólo se trata de una cuestión de preferencias, ya que todos los demás para expresarlo con  sencillez son muy buenos.

El último libro que publicó (que gentilmente me obsequió y motiva este comentario), “El librero de la calle Vieytes ”, comprende dos partes: una de poesía y otra de cuentos. En la primera, “Génesis” se divide en siete poemas, uno por cada día de la creación, perfectamente enlazados que revelan no sólo un acabado conocimiento bíblico sino además un esfuerzo intelectual para, sin descuidar la armonía y la métrica, no omitir ninguno de los aspectos relevantes de ese libro del Antiguo Testamento. Particularmente traslucen esa profundidad de su pensamiento los correspondientes a los días sexto (animales del campo) y séptimo (día del Señor).

Asimismo, el libro contiene “Otros poemas”, entre los cuales discrecionalmente destaco: “La tarde de la lluvia”,  “Romance del sueño indócil”, “Misterio del tiempo” y el de cierre “Molinos de la Mancha” que a todos nos convoca  a revivir las heroicas gestas del personaje cervantino.

Los cuentos, en la segunda parte, transitan con un lenguaje fresco y ameno por episodios comunes de la niñez, la adolescencia y la primera juventud, más allá de la época en la que las hayamos vivido. Guardan en esto una cierta continuidad (hasta en personajes como Chuli, ese compinche y amigo de la primera etapa de la vida que todos hemos tenido y que como expresa Serrat siempre recordamos) con la temática de otro de sus libros, “Cada cosa su tiempo bajo el cielo”. Así como en este abordaba el cambio de voz, el paso de los pantalones cortos a los largos, la primera simpatía con la compañerita de escuela, los colectivos barriales, la primera comunión y hechos impactantes cualquiera sea nuestra edad como la muerte de seres queridos;  en “El librero…” lo hace narrando algunas travesuras, con la enseñanza familiar que le seguían, como el contar el final de una película o quedarse con una pequeña cosa objeto de singular deseo.

Los recuerdos, como la sopa que inmortalizó Mafalda cual hito de la niñez o la formación de un club de amigos, se entremezclan o sirven de pretexto para evocar el nacimiento de un hermano o el reconocimiento, nunca suficientemente expresado, a  la generosidad maternal. También se enlaza la música del momento con el enamoramiento no correspondido de Evangelina.

Sucesos puntuales, cotidianos, son transformados elevados en su dimensión  como materia para la introspección y meditación del lector.

Su romanticismo y valentía aflora en “Una prueba de amor” que, personalmente, me resultó el más emotivo, fuera del recorrido por lugares que me son muy conocidos.

Como toda persona autoexigente, modesta y que busca su propia superación, seguramente el Dr. Negri no se sentirá orgulloso de lo escrito por él, como Borges. Yo parafraseándolo  sí me siento orgulloso de haberlo leído. Quizás haya en esto también algo que a la par de diferenciarnos nos une.

Juan José Guardiola