Estimado Dr. Negri:

No quería dejar de agradecerle sus hermosas clases. He aprendido cosas que no me enseñaron en ninguna materia ni en la vida.

Gracias por hacerme ver lo hermoso y noble de esta profesión que es la abogacía y por ayudarme a reencontrarme con ella ya que estaba en conflicto.

Usted es una persona muy admirable, como profesional, juez, profesor, consejero, etc. Cada vez que me iba de una de sus clases de los sábados por la mañana me quedaba reflexionando sobre ello.

Me enorgullece que existan personas así en la profesión. Lo que expone en sus clases, sus escritos, son temas de conversación con mi familia y amigos. Mis padres me preguntan: "¿cómo te fue en la clase de Negri hoy?, ¿sobre qué habló?".

Particularmente una de ellas me emocionó hasta las lágrimas: la Isla de Negri.

Me entristece enormemente que se terminen porque eran para mí un encuentro hermoso y un lugar de reflexión. Sería un orgullo si me dejara seguir yendo a sus clases a ayudarlo como uno de sus "vagos", ya que me enriquecen en este momento tan particular de mi vida.

Infinitas gracias por (…) alentarme a la búsqueda de la verdad y la justicia (…) con todas las personas que lo necesiten. 

Sus clases han sido importantes por su contenido pero admirables por hacernos mejores personas.  Estoy segura que hay un antes y un después en todos los que pasan por su curso.

Ojalá podamos formar esas islas paradisíacas donde se cumplan todos los derechos humanos, haya paz interior, amor respeto; donde desaparezcan las sociedades totalizantes, individualistas y se implemente la perspectiva dialógica en el encuentro con el otro.

¡Muchas gracias!

 

Lo saludo atentamente.

 

 

María Florencia Fernández