Profesor Negri

Mi nombre es Sergio y soy alumno de la UNLP. Le escribo en esta oportunidad sin otro motivo que el de disfrutar comunicarme con usted.

Quería desde el lugar más humilde comentarle algunas pequeñas cosas.
 
Manifestarle lo grato que ha sido para mí conocerlo, escucharlo y compartir los lunes con usted. Me ha resultado admirable en diversos aspectos: en primer lugar por sus didácticas explicaciones de temas complejos como suelen ser los de filosofía. Fue maravilloso descubrir su enorme vocación docente, su buena predisposición y comprensión para con sus alumnos. Pero lo que más me obnubiló fue su calidad de persona, de ser humano.
 
En estos meses aprendí mucho más que filosofía del derecho; me enseñó  a ser un poco más y mejor persona. Ojalá su ejemplo sea un fueguito que encienda otros fueguitos, porque más importante que ser profesional o especialista en la vida, es ser un ser personal, imperfecto, inacabado, pero con sentimientos, sueños y buenos deseos.
 
Vivimos en una sociedad que por momentos parece no tener un rumbo muy esperanzador; donde la violencia, la intolerancia y la falta de comprensión nos visitan con frecuencia en cualquier lugar, a cualquier hora. Usted batalla contra eso desde su sitio. Y en concordancia con los imperativos categóricos de Kant, si universalizáramos su actuar sin duda el mundo sería un lugar mejor para vivir.

Es mi deber y un deber muy grato comunicarle esto, porque también quiero sumarme a contribuir con pequeños actos que es lo que una pequeña persona como yo puede hacer.
 
Las vueltas de la vida han querido que vuelva a tener contacto con usted. Alguna vez, hace muchos años (mucho antes de entrar a la facultad) leí un libro suyo de poesías, porque como también soy un amante de la poesía (y por eso me pareció extraordinario que en sus clases haya integrado los temas dados con poemas). El libro se llama Rostros de Amor y me pareció muy lindo. ¿Quién hubiera imaginado por aquellos días que hoy estaría acá escribiéndole al autor de ese libro? Son las sorpresas agradables de la vida.
 
No ha sido este un año fácil para mí. En los momentos de fatalidad uno nota todo lo que no hizo, todo lo que no dijo. Parece que uno se "descuidó un instante", como dice su poesía, y la vida se le escurrió entre los dedos. Por eso no quise dejar pasar esta oportunidad para agradecerle por ser como es y por lo gratificante que ha sido nuestro encuentro.

Un  afectuoso saludo.

 

Sergio Barbera