Querido Héctor

No me alcanzan las palabras para agradecerte todo lo que hiciste por mí.

Me ayudaste a iniciarme en la profesión en un momento muy duro de mi vida personal donde los obstáculos reiterados me estaban desanimando mucho, al punto de creer que lo mejor era empezar a estudiar otra carrera y dejar a un lado el Derecho.

Gracias a Dios ahí te crucé una tarde en la puerta de la Facultad y me animé a conversar. Sí, yo creo que no fue casualidad. Cuando la angustia y el agobio por no conseguir trabajo eran constantes, ahí Dios te puso en mi camino…

Gracias por creer en mí, a pesar de no conocerme tanto. Al recomendarme me diste una mano inmensa y el voto de confianza que tanto estaba necesitando para arrancar en este mundo tan lindo pero a veces tan duro del Derecho.

Hoy estoy muy feliz de poder hacer lo que me gusta en un tribunal impartiendo justicia. Aquello que hace siete años atrás me enseñaste, cuando detrás de un pupitre, como alumna, tenía el privilegio de escucharte.

Agradecida de conocerte como docente, como colega, como un gran referente del Derecho. Pero más aún, como persona.

Espero la vida nos siga cruzando. ¡Yo no voy a olvidarte!

Te deseo una hermosa Navidad y que el año que se avecina te ofrezca preciosos momentos.

¡Mucha felicidad Héctor!

Te quiero mucho.

 

Verónica Maharraoni