A María Inés
Su pueblo no era un pueblo como todos los pueblo
nacía en una calle, terminaba en un río
y la calle era apenas una luz temblorosa
y su pelo cayendo por sus hombros el río.
En las tardes nos íbamos tomados de la mano
por las calles del pueblo, de su casa hasta el río
y el temblor de la tarde nos juntaba las manos
con la luz reflejada en su rostro y el mío.
Una vez nos besamos soñando levemente
con un beso rodando por sus hombros y el río
y no fue sólo un beso como todos los besos
empezaba en tus labios, terminaba en los míos.
Una tarde se fue, fue la última tarde
se perdió tras su pueblo, por la calle y el río
derramado su pelo en temblores y luces
se fue con la niebla de la sombra y el río.
Nunca pude encontrarla. La busqué por el cielo
por las calles del mundo y en la flor del estío
en todos los otoños, en todos los paisajes
y en la rosa que crece con la luz del rocío.
Nunca pude encontrarla. Se fue con la penumbra
he muerto en esa búsqueda de su rostro y el mío.
Y su pueblo que no era como todos los pueblos
empezaba en su pelo, terminaba en un río.